20120224

Título de la entrada

No tengo manera de comprobar que esto lo escribí de noche cuando me acababa de levantar y no en la mañana cuando me dormí.
Tampoco puedo comprobar que todos los días produzco una considerable cantidad de comida que inmediatamente, al salir de mi boca, acomodo en un plato para que alguien más la descomponga en alguna cacerola o sartén.
Y mucho menos puedo comprobar que la orina del escusado la convierto en refresco que inmediatamente deposito en alguna botella para ir a venderla a cualquier tienda.
Es casi imposible demostrarles que esto lo empecé en el punto final cuando recogí una colilla del cenicero para verla crecer en cigarro.

20120218

Blablablabla


Empecemos por esto: todos vivimos días que tendemos a olvidar.

Jaime está sentado enfrente del monitor, sus pensamientos vagos se cofunden entre sí, parecería que está en su sueño, no soñando, viviendo en su sueño. Jaime despierta, verse soñado lo despierta, su racionalidad lo despierta.
Jaime recuerda, se ausenta, trata de incorporarse a la vida, se levanta por lo que parece ser una cerveza, se sienta enfrente del monitor, recuerda mientras logra divisar una grieta en la blanca pared. Piensa que alguien vive ahí en la grieta de la pared. Deja la idea por absurda y la olvida.
Jaime ve la hora, está impaciente, no espera a nadie y nadie lo espera en el futuro, pero se impacienta, piensa que entre más rápido corra el tiempo los pensamientos absurdos como este desaparecerán. Piensa otra vez en lo erróneo de la idea: “que el tiempo vaya más rápido”, le da vueltas. Entonces observa la esquina del techo y digiere el presente. No puede trascender el presente. Es pesado y  se le atora en la mente.
Jaime escribe, borra, escribe. Jaime abre un libro en alguna página al azar, lee: “No es que esto sea malo de por sí”, sonríe.
Jaime ve la pared, ve el monitor y deja de escribir esto.

Optemos por lo segundo: lo alterno.

Francisco va a la tienda, se piensa otra vida en el transcurso de su casa a la tienda, piensa que mientras esté caminando puede vivir su fantasía de tener otra vida: quizá comprar otras cosas que ya no necesita porque ya es otra persona, quizá comprar cloro para limpiar la cochera de su nueva casa donde tiene un coche igual de viejo y jodido que su coche de su antigua vida.
Francisco se inventa un nuevo contexto, piensa que esa cicatriz en los nudillos de su mano no lo ocasionó un desafortunado golpe en un vidrio como realmente fue, piensa que fue en una pelea, en una pelea de su nueva vida inventada, una pelea juvenil, de esas de jóvenes borrachos. Francisco se siente orgulloso y tonto por su vieja cicatriz en su nueva vida. Francisco llega a la tienda y pide exactamente lo que necesita él y no su fantasía.
Francisco regresa a su casa, se deprime porque su vida, la misma de siempre, la espera.  Francisco abre la puerta de su vieja casa y desconcertadamente piensa que tuvo que haber comprado el cloro para su nueva vida, su nueva cochera es un desastre.


20110722

Martes por la mañana



  El vagabundo camina a través de mi ficción. Me pregunto qué haría si supiera que un camión lo matará el próximo martes por la mañana. Me pregunto qué haría si supiera que sólo es una ficción. El vagabundo deja de caminar y abre una bolsa de papel, parece que alguien le ha regalado comida, pero no, sólo es más basura guardada. "Basura entre la basura", pensó, y así se pensó. El vagabundo decide caminar hacia el norte, que en realidad es el sur; para él, cualquier parte es cualquier parte mientras así se lo disponga, manipulaba sus anacronismos a su antojo; como aquel día que le hizo un berrinche a una universitaria sobre un puente peatonal. Le gritaba y le reclamaba a lo largo del puente: "...pero mamá, cómprame la pistola, quiero la pistola para jugar con Eduardo". O la vez que invitó al señor de la tienda a la boda de su hermano: "!Tienes que ir, papá, es la boda de tu hijo!". Le gustaba vivir sus recuerdos inventados, a veces era lo único que poseía. Los otros, los verídicos, los perdía paulatinamente mientras se inventaba éstos que vivía día a día. La última mañana del martes se retrasó su muerte, al parecer, el chofer del camión que accidentalmente lo mataría, se retrasó un minuto con el tiempo. Un fortuito e insignificante olvido de llaves del chofer, hizo que el vagabundo pasara un minuto antes y así, inocentemente, frustrar el trágico encuentro. Aquel día, el chofer del camión ganó un minuto de tiempo gracias al ausente tráfico que nadie pronosticaba sobre la Avenida E. De esta manera, el vagabundo y el chofer, sincronizaron sus tiempos otra vez. El siguiente martes por la mañana se enlazarán sus tiempos para darle vida a una muerte a través de un aparente accidente.